jueves, 14 de octubre de 2010

La frágil tregua que sellaron Kirchner y Scioli - Carlos Pagni


Jueves 14 de octubre de 2010, LA NACION.- Salvador Dalí afirma en su diario no tener convicciones políticas. Pero arriesga que, si las tuviera, sería monárquico, ya que la monarquía resuelve el único problema que, a su juicio, presenta la política: la sucesión. A Néstor Kirchner le debe gustar -si es que la conoce- esa sentencia de Dalí. Desde que se reunió con Daniel Scioli, el martes de la semana pasada, está tomado por una obsesión principal: cómo lograr que el genio de las ambiciones del gobernador regrese a la botella. Dicho de otro modo: cómo conseguir que Scioli vuelva a conformarse con otro período al frente de la gobernación bonaerense.

Scioli se llevó dos trofeos de aquel encuentro a solas. Consiguió que Kirchner renunciara a promover listas de piqueteros o sindicalistas alternativas a las del PJ oficial -las llamadas "colectoras"- para sostener su propia candidatura. Fue una conquista gremial para los candidatos a gobernador y a intendentes del PJ bonaerense: habrá sólo una boleta oficial por rubro. Sólo Martín Sabbatella está exceptuado de esa regla. Kirchner renunciaría, en este caso, a un gran recurso electoral.

Scioli le comunicó también a su anfitrión de Olivos que se irá separando del Gobierno en el campo de la imagen, al que él reduce casi toda la política: "No es posible que cada vez que tengo una expresión propia me vean como desleal". Recuperado en su libertad ambulatoria, al día siguiente apareció en la comida de Conciencia junto a Mauricio Macri. Y anoche inauguró, con el ex presidente español José María Aznar, el Coloquio de Idea, al que fueron invitados Julio Cobos, Eduardo Duhalde, Ernesto Sanz, Francisco de Narváez y Hermes Binner. Ese encuentro tradicional de Mar del Plata ha sido organizado como el punto de partida de una transición. Como Scioli, también los empresarios se desatan las manos.

Kirchner respondió al desafío con la receta que usa cuando se han acumulado demasiadas adversidades frente a él: simuló una retirada. Dijo que fijará domicilio en Río Gallegos, para desmentir cualquier aspiración a la gobernación bonaerense y, de ese modo, tranquilizar a Scioli. Es la táctica de crear vacío y esperar que utilizó cuando, derrotado frente a De Narváez, delegó en el gobernador la presidencia del PJ.


Fenómeno dañino

El contexto actual es muy distinto. La sola especulación con una candidatura de Scioli pone en evidencia un fenómeno que para Kirchner es más dañino que la consolidación de un frente opositor. Revela que su propio bloque está fisurado y que su liderazgo no alcanza para unirlo. No es el único síntoma de esa fragilidad. Gobernadores tan disciplinados como José Alperovich (Tucumán), Jorge Capitanich (Chaco) o Juan Manuel Urtubey (Salta) estudian adelantar los comicios en sus provincias para no correr la suerte del oficialismo nacional. Es una pésima noticia para Kirchner y también para Scioli: cualquiera que sea el candidato, irá a las elecciones presidenciales desprovisto del poder de movilización local del PJ. La escena tiene un parecido inocultable con la que protagonizaron Carlos Menem, Eduardo Duhalde y los líderes del peronismo del interior en 1999.

Para definir su candidatura, Scioli esperará a pagar los aguinaldos, en diciembre, y a que comiencen las clases, en marzo. Teme por la alianza que mantiene Kirchner con el sindicalismo estatal de la provincia. Y con Hugo Moyano, claro. Para pasar este trance ya preparó un ramillete de lugares comunes que insinúan sus pretensiones, sin afirmarlas: "lo que debe venir, vendrá", "debemos cuidar a la Argentina", y otros hits del "qualunquismo". También visitará provincias ajenas con alguna excusa turística.

Las precisiones políticas hay que pedírselas a Gustavo Marangoni, vocero del gobernador y estratego de su metamorfosis. Anteayer dijo a LA NACION que "en el PJ no hay candidatos naturales" y que "el candidato presidencial debe surgir de una interna". Un desafío a Kirchner impensable hace un mes.

Replegado en Olivos, Kirchner indaga la conducta de quienes podrían dañarlo. Supone, por ejemplo, que Sergio Massa trabaja para la candidatura presidencial de Scioli, confiando en sucederlo en la provincia. Pero le interesa más detectar algún túnel entre Scioli y De Narváez, más allá de José Scioli, hermano del gobernador que trabaja con el diputado (ambos Scioli se reencontraron y hablaron un largo rato en el funeral del productor televisivo Horacio Larrosa). Kirchner cree que una combinación Scioli presidente-De Narváez gobernador sería, para él, imbatible en la provincia.

Scioli sabe que los principales fantasmas que pesan sobre su candidatura no provienen de la Casa Rosada, sino de una tormenta en el gobierno provincial. La política de seguridad está en crisis, como demostraron las severas denuncias de la madre del joven Matías Berardi, que denunció que, durante el secuestro y asesinato de su hijo, el gobierno de Scioli y la policía estaban más interesados en alimentar a los medios de Daniel Hadad que en resolver el caso.

Kirchner ha comenzado a obsesionarse por las relaciones de Scioli con algunos medios. "Nos pide dinero todos los meses para pagar los sueldos, pero la cuenta de publicidad de la provincia no hace más que aumentar", comenta. Dentro de poco se convencerá de que paga con "su plata" la campaña de un adversario. Scioli huye de estos miedos con la fantasía de un acuerdo. Especula con que Kirchner se resignará a cederle la candidatura presidencial. Esa ensoñación ignora, entre muchas otras cosas, un problema central del drama que está comenzando: el sometimiento a Scioli sería, para un equipo político que dice encarnar a la izquierda nacional y popular, la peor de las derrotas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...