LA NACION, Viernes 15 de octubre de 2010.- El entrevistado es un legislador. Un legislador importante, claro está. Esta columna se pone exigente cuando se trata de darle la palabra a alguien. Para estar aquí se requiere haber hecho muchos méritos, y nuestro hombre los ha hecho. Ha servido a la causa con extraordinario empeño. ¿A qué causa?. Bueno, ahí está la cuestión. A todas las causas. Ha sido menemista, duhaldista y ahora es kirchnerista. Lo único claro es que es peronista, lo cual quiere decir que jamás sale a la calle sin antes preguntar qué ropaje tiene que ponerse. El partido le ha dado un buen vestuario, por supuesto. Y a él todas las pilchas le quedan bien.
El lector podrá preguntarse, a estas alturas, por qué tanto misterio respecto del personaje. Por qué no decir de una buena vez el nombre y listo, si finalmente allí está la gracia de cualquier entrevista: saber quién es el que dice lo que dice. El problema es que este legislador, este importante legislador, prefiere el anonimato. Más que preferir, lo pide casi de rodillas. Lo exige. "Si me vendés, es mi muerte cívica", dramatiza.
Quizá tenga razón: sus jefes no tolerarían una desviación en esa línea. Pero, para ser sinceros, la columna no sólo acepta en este caso esa exigencia, sino que además la agradece. Porque el entrevistado es de ese tipo de dirigente kirchnerista que pierde toda gracia cuando habla on the record . Dirá, por ejemplo: "Es hora de que se democratice definitivamente un insumo clave como el papel de diarios". En cambio, en off su discurso sufrirá mutaciones fundamentales: "Lo de Néstor es increíble. Yo le digo todo el tiempo: ¿cómo te vas a pelear con los diarios?. Peleate con el Fondo, con los empresarios, con los milicos, hasta con los curas, pero no con los diarios".
Acordada, pues, la condición de no revelar la fuente, me apresuro a advertirle al lector (finalmente, a él me debo) que trataré de dar una cantidad suficiente de datos como para que, al cabo, no quede en consideración más que un puñado de personas. Estoy convencido incluso de que los más perspicaces terminarán descubriendo de quién se trata.
Un dato ya fue dado: es hombre. Otro: algunos lo llaman "doble agente", porque cuando está con opositores y periodistas es un opositor más, y cuando va a Olivos le abren las puertas y él les lleva buena información.
Otra pista: hace no mucho pensó en dar el salto (incluso consultó a renombrados analistas), pero al final se arrepintió. Y lo bien que hizo. No era el momento, y hoy tendría un ejército de inspectores de la AFIP y de agentes de inteligencia (y algún juez) persiguiéndolo. ¿Quién, en esta querida Argentina, tiene todos los papeles en orden como para animársele a los Kirchner?.
Más pistas: va puntualmente a los actos oficiales, escucha a la señora del micrófono con ademán vacuno (es decir, sin atender, viendo pero no mirando), aplaude con escasísimo entusiasmo (si se lo mostrara en cámara lenta probablemente se comprobaría que sus palmas no llegan a tocarse), y cuando terminan se esfuma. Nada de hacer declaraciones o de repartir abrazos. En eso es consecuente con sus principios: él pone el cuerpo, pero no el corazón.
Ultimo aporte al identikit: nunca lo invitan a 6,7,8 .
A todo esto, ¿y la entrevista?. Bueno, la verdad es que fue dejada para el final porque francamente resulta más interesante el perfil del hombre, del hombre y sus circunstancias, que todo lo que dice. Es más interesante contar que pidió que el encuentro no se hiciera en el Congreso "porque por ahí circulan muchos buchones", que mandó un auto a buscarme, que el chofer del auto recibió instrucciones por celular en pleno camino respecto de dónde tenía que ir, y que ya en el cara a cara el viejo dirigente se mostró inquieto, nervioso, tenso.
Pero, por Dios, ¿qué dijo?. Pues nada que no haya dicho en estos años, siempre en estricta reserva: que Néstor y Cristina "están de la nuca", que cada vez se cierran más, que prácticamente no escuchan a nadie, que a él no le dan bola, que lo ningunean, que terminarán solos y derrotados, que se aproxima el final...
Pobre, el importante legislador termina inspirando conmiseración. Quiere y no puede. Se lo ve disgustado, triste, a contramano. No está cómodo con la obediencia debida. En palabras de Cristina, sólo tiene libertad ambulatoria.
El chofer me lleva al diario. Mientras vuelvo pienso que no fui a entrevistar a nadie: sólo hice un viaje a las entrañas del kirchnerismo.
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