lunes, 10 de enero de 2011

El dilema de CFK: si no se candidatea pierde poder y si lo hace potenciará a la oposición - Carlos Tórtora



La presidente está a punto de finalizar su retiro y poner en marcha un regreso sin gloria a la Casa Rosada. El humor social volátil, que la elevó en las encuestas después de la muerte de su marido, la está castigando ahora por al menos cuatro causas: falta de billetes, cortes de luz, inseguridad galopante e inflación en ascenso. De cara al mundo político, el escenario que le espera no es menos inquietante. Daniel Scioli no sólo aguantó a pie firme el reto indirecto de Nilda Garré criticando a los que quieren mano dura, sino que replicó -también indirectamente- adhiriendo a la tolerancia cero contra la violación de la ley. Traducidas en términos políticos, estas declaraciones significan “no soy una marioneta de Olivos y tengo vuelo propio”. En otras palabras, que no renuncia a la posibilidad de ser presidente.

Por otra parte, la criatura electoral de CFK, el candidato a jefe de gobierno porteño Amado Boudou, puede sufrir un serio traspié en su flamante carrera electoral. El sensible electorado porteño podría descalificar políticamente a un ministro de economía que, con su imprevisión, permite que se produzca una escasez de billetes como la actual.

También la espera un mundo de gobernadores e intendentes del PJ inquietos porque advierten señales erráticas en la Casa Rosada o, mejor dicho, ausencia de señales.

La otra novedad política -y bastante negativa para CFK- es que la UCR se está reactivando bajo el impulso de una figura particularmente incómoda para el kirchnerismo. En Olivos están acostumbrados a polemizar con Julio Cobos, eternamente acusado de traición, y se sienten cómodos en el coqueteo con Ricardo Alfonsín. Pero Sanz es un adversario con el que todavía el gobierno no sabe cómo medirse.

Por último, el kirchnerismo puro, en sus distintas vertientes, está alterado y la presiona a Cristina más allá de lo que ella está dispuesta a soportar. Sus seguidores le reclaman que anuncie su candidatura lo más rápido posible. Para ellos, el único modo de subsistir políticamente es la reelección. Saben que, en cualquier otra opción, empezando por Scioli presidente, serán barridos del mapa político y en muchos casos terminarán procesados. Temen además que Cristina llegue a la conclusión de que debe negociar con el peronismo orgánico aun a costa de sus fanáticos adictos.


Ninguna opción es fácil

Así como su locuacidad tenía el sabor de la sobreactuación, el actual silencio presidencial huele a depresión y desconcierto. Un lujo que un jefe de Estado no puede darse. La reacción sería inminente y la desgastada cabeza de Aníbal Fernández rodaría para que, de este modo, se reafirme el poder presidencial. Florencio Randazzo es un candidato no traumático a sucederlo, en tanto que Juan Manuel Abal Medina, a tono con la onda Garré, se haría cargo del Ministerio del Interior. Otra variante es que el jefe de gabinete sea Carlos Bettini. Sería un mensaje de mayor endurecimiento hacia el peronismo y los factores de poder.

Con respecto al rumbo a tomar, a diez meses de tener sucesor, un presidente ya no puede anunciar grandes planes de gobierno porque está en plena transición. El único modo que parece tener CFK de evitar que su poder se deshoje es proclamar su candidatura, creando así cuando menos la ilusión de perennidad. El problema es que ella ha dado muestras de que quiere demorar la decisión lo más que pueda. Las razones pueden ser múltiples: tal vez no está decidida, o no quiere asumir el riesgo de perder. O tal vez no quiera sufrir el castigo diario que le toca a cualquiera que se lanza como candidato. De hecho, si anuncia su candidatura, le dará a la oposición un tónico para revitalizarse: la lucha contra la eternización de la dinastía Kirchner en el poder. Doce años en el gobierno -y con un ejercicio autoritario- es una perspectiva que por sí sola puede movilizar una fuerte reacción de la opinión pública que hoy no está del todo clara. Tres mandatos consecutivos del apellido Kirchner es de por sí una bandera inapreciable para cualquier candidato opositor. Así es que, paradójicamente, el anuncio de la candidatura no sólo le resolvería su problema al kirchnerismo sino que le proporcionaría el libreto para la campaña a los opositores.

 
 
 
 
 

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